En Chile el té no es sólo una bebida, ya es parte de nuestra identidad. De hecho, es uno de los países del mundo que más lo consume, con una tradición que se ha transmitido de generación en generación.
El té fue introducido en Chile durante el siglo XIX, principalmente gracias a la influencia europea. En aquella época, era considerado un producto elegante propio de las clases altas, y se servía en reuniones sociales. Con el tiempo, su consumo fue más accesible y se fue popularizando hasta convertirse en una costumbre cotidiana, pasando a formar parte de la mesa de todos los hogares.
Hoy, Chile es uno de los mayores consumidores de té del mundo y el líder absoluto en Latinoamérica. Se estima que cada chileno consume en promedio más de 400 tazas de té al año.
Más que un simple hábito, tomar té es sinónimo de encuentro y pausa. No importa si es en la mesa familiar, en la hora de “once” o como compañía en un momento de estudio o trabajo, siempre hay espacio para una buena taza de té.
En pocas culturas se celebra tanto la costumbre de la “once” como en la chilena. Este espacio de reunión diario, que combina pan, dulces y conversación, tiene al té como protagonista indiscutido. Su calidez lo convierte en el complemento ideal para compartir y relajarse después de un día de actividades.
Lo que comenzó como una herencia cultural, hoy se ha transformado en un gran abanico de experiencias con diversas variedades de sabor y aroma. Desde el clásico té negro hasta mezclas con hierbas, frutas y especias, el té en Chile sigue evolucionando cada día, adaptándose a los distintos gustos y estilos de vida como el mejor compañero de buenos momentos.
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